Reflexiones: el blog de Fundación Manantial, Sin categorizar, Sin categorizar

Poesía identitaria en Centros Penitenciarios de Madrid

El año pasado participé en el proyecto Quid Pro Quo, compartiendo con los chicos de Alcalá Meco un grupo de escritura creativa en el huerto del centro penitenciario. Escribimos al aire libre, desde un sentido liberador, con el folio en blanco como un confidente libre de juicio. Algo que me impactó especialmente de esta experiencia es cómo el delito y las vivencias traumáticas que les habían llevado a acabar en prisión, definían de alguna manera sus identidades. Como si más allá de eso, les resultara muy difícil pensarse. La terapia ocupacional trata mucho sobre acompañar a las personas a pensarse más allá de sus acciones, a poder trazar un puente entre la identidad y la construcción de la propia vida. La escritura es una gran aliada para empezar a hacer eso. De aquellos días me llevo muy buen recuerdo. También un cactus al que le han salido flores y unas cuantas cartas que a día de hoy sigo recibiendo y regalando. Así que se podría decir, que lo vivido allí, sigue muy presente en quien soy hoy. Fue una experiencia permeable y es lo que pretendo de vuelta acercando la escritura a la cárcel, que algo de lo que hagamos allí con el folio y el bolígrafo deje huella en ellos y se permitan hacerlo suyo. Por eso, recogiendo los frutos del aprendizaje del año pasado, hemos vuelto a compartir un grupo de escritura, esta vez en el Centro Penitenciario de Valdemoro.

El pasado 12 de junio, Bea, compañera del Servicio del ámbito penitenciario, fue reuniendo por los diferentes módulos a todas las personas interesadas en formar parte del grupo de escritura. Por aquellos enormes pasillos ya empezamos a charlar, y no precisamente de la escritura. De la urgencia, de lo inmediato, de la angustia, del pasado, de las necesidades presentes y futuras. Todo un acaparamiento de la vida externa. Me sentí abrumada, pero poder trabajar, aunque sea puntualmente con compañeras de diferentes recursos, me ayuda a conocer y valorar otras realidades y maneras de acompañar el sufrimiento. Hacemos lo que podemos con los medios y el tiempo que tenemos, y un año más he podido ver cómo hay personas trabajando con mucha pasión desde dentro del sistema para poder cambiarlo. 

Llegamos a la biblioteca, un sitio bastante bonito y tranquilo dentro del caos. Nos presentamos usando un hilo, tejiendo una especie de red alrededor de la mesa y escuchando lo que el resto tenía que decir de sí mismo. El nombre, algo que les gustase o se les diese bien, y alguien que fuera significativo para ellos. Nos llamó la atención que había personas que no se habían parado nunca a pensar en algo que se les diese bien. Al fin y al cabo, están cumpliendo condena por algún “acto de maldad”, que en gran medida define actualmente quiénes son. Supongo que es complicado pensar en lo que se te da bien cuando tu vida está marcada por lo que has hecho mal. Pero empezó a vislumbrarse algo de vulnerabilidad, de humor, de escucha, de interés por el otro. Y cuando el ambiente se volvió suficientemente confiable, empezamos a escribir poesía. “Poesía identitaria”. Escribimos sobre lugares que guardan buenos recuerdos, sobre comidas favoritas con detalle, relatando hasta el olor y quién la cocinaba. Se nombraron sueños por cumplir, motivos de enfado, aprendizajes, canciones que escuchamos en bucle. La idea era ofrecer un espacio para parar y pensarse. Para conectar con lo que te hace ser quién eres, que no es tarea fácil. La red que tejimos al presentarnos, la hicimos aún más grande compartiendo los escritos. Al principio costaba escucharse y todo parecía propenso a convertirse en debate, como si fuera legítimo cuestionar y juzgar las vivencias ajenas. Pero fueron los pequeños detalles, las pinceladas de identidad descubiertas de los compañeros, las ganas de compartir lo propio y que haya alguien que lo escuche, lo que ayudó a volver a conectar con la calma y la alegría. Con la red que tejimos, nos quedamos con una metáfora que ellos tienen muy presente. Y es esto de que las redes sirven para atrapar, o para sostener. Pudimos hablar de la importancia de los vínculos, y de cómo algunos nos destruyen, pero otros nos salvan. Coincidían en que, dentro de prisión, o tratas de elegir lo segundo, o estás jodido. Hay quien dijo que algunas de las personas más importantes de sus vidas, las habían conocido en prisión. 

Escribo tratando de no caer en idealizaciones, porque ni esto es magia ni vamos a cambiar el mundo con un taller puntual de escritura, pero sí que quiero rescatar que ese día, muchas personas descubrimos algo nuevo de otras. Y eso ya es más que suficiente. Incluso hay personas que redescubrieron algo nuevo de sí mismas. O que habían encontrado en la escritura ese algo “que se les da bien” y que iban a recurrir a ella más a menudo. También hubo quien no pudo escribir nada propio y dedicó versos a otros. Personas que no escribieron nada, pero se quedaron a escuchar al resto. Personas que simplemente querían estar ahí por no estar en otro sitio. Y personas con un verdadero don para la escritura que convirtieron sus versos en canciones de sus vidas.

Y ahí van algunos de ellos…

“Desde la playa de Valencia,

hasta la pista de hielo en Leganés.

Los espaguetis de mi hermana

con carne y amor cada mes.

Fisioterapia como labia muscular

Conducir y competición legal para tu ocular

Gaslighting repudio con este boli bic

Pues tener apetito y gastronomía

es mi nuevo desliz

Techno por bailes y movimiento

Decirme algo a través del tiempo».


“A mi yo del pasado: aprende de los errores, sé positivo, las derrotas valen por victorias. A mi yo del presente: sé paciente y optimista”.


“Yo soy de Getafe,

Donde mi madre me hace espagueti con carne y tomate.

Yo soy anti droga,

Y me gusta hacer deporte.

Me gustaría ver a mi hijo

y disfrutar con él en el parque de atracciones.

Yo soy de escuchar flamenco”.


«Pienso que estoy en la ladera,
al lado de mi casa,
comiéndome un pepito,
siendo un hombre de provecho.
Doy gracias a la educación
que mis padres me dieron.
Doy gracias a mis amigos
que con gritos no entendemos
porque hay discusiones
cuyo final no entendemos
Pero tenemos paciencia
para hablar suavemente
como dice Elvis Crespo
y elaborar el futuro
animarme en el presente
y cuidarme en el pasado”.


“Soy de los parques temáticos

donde era feliz con mi propia fantasía,

y viajaba por dimensiones en las atracciones.

Mi musa era la música,

en la que me inspiraba para componer

y deleitar mis sentidos con deliciosas melodías”.

Laura Cabrera y Beatriz Pérez. Fundación Manantial.

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