
Reflexiones: el blog de Fundación Manantial
Lo que no se nombra no existe
El lenguaje, ademÔs de constituir un medio de comunicación, configura el pensamiento. Los usos que hacemos de él ponen de manifiesto la forma en la que se configura nuestra realidad y nuestras formas de entender y relacionarnos con lo que nos rodea. Lo que no se nombra, no existe.
Todas las trabajadoras y trabajadores somos conscientes de la importancia de cuidar nuestras palabras a la hora de referirnos a las personas con sufrimiento psĆquico. Sabemos la importancia que esto tiene a la hora de dignificar y de respetar a las personas atendidas, asĆ como en el proceso de acompaƱar en la construcción de identidades y de cómo influye en nuestra manera de colocarnos en la relación con otra persona. Sin embargo, con el lenguaje sexista parecemos no tener tanta conciencia. Por ejemplo, en nuestros centros ya no hablamos de pacientes ni enfermos, sino de personas atendidas o con sufrimiento psĆquico. No actuamos igual en relación al gĆ©nero cuando, por ejemplo, decimos āusuariosā para referirnos a todas las personas atendidas. Dentro de la sociedad androcentrista en la que vivimos, utilizamos el masculino como genĆ©rico y no nos incomoda. Por ejemplo, cuando se habla del ser humano, el pensamiento enseguida nos lleva a la imagen de un hombre, blanco, cis, heterosexual⦠Por contra, cuando se utiliza el femenino como genĆ©rico (en contextos donde hay una mayor presencia de mujeres), es habitual que llame la atención o que los hombres duden de si estĆ”n siendo incluidos en esa afirmación.
Tendemos a no darnos cuenta de que, al no nombrar a las mujeres en nuestros discursos, las estamos invisibilizando. El uso de lenguaje sexista interioriza formas de pensar y, por ende, de relación que son discriminatorias, donde prima lo masculino y se obstaculiza que las mujeres podamos ocupar el espacio que nos corresponde, avanzando hacia la igualdad. El lenguaje sexista es una herramienta que tiene el sistema patriarcal para perpetuarse.
SegĆŗn los datos, 3 de cada 4 mujeres sufren o han sufrido violencia de gĆ©nero, es decir, violencia por el hecho de ser mujeres. Si conjugamos esta discriminación con la que sufren por tener diagnóstico de salud mental, estamos hablando de una doble invisibilización, una doble exclusión y un doble factor de vulnerabilidad causante de sufrimiento psĆquico.
Proponemos el uso del lenguaje no sexista como arma para combatir desigualdades, para introducir a las mujeres en los discursos y en el imaginario colectivo y, asĆ, favorecer la sensación de pertenencia. Empezar a nombrar a las mujeres para pensarlas, para entender cómo nos hemos subjetivado en un mundo en el que hemos sido excluidas a travĆ©s del lenguaje, entre otras muchas formas de opresión. Para entender cómo nos hemos construido en una constante adaptación a un mundo que no estĆ” hecho para nosotras, estĆ” hecho para los hombres. Para entender cómo el lenguaje ha atravesado la construcción de nuestras identidades y de nuestra forma de relacionarnos con nosotras mismas, con otros y con el mundo.
Tomar conciencia de la importancia de cuidar el uso que hacemos del lenguaje es el primer paso para poder cambiarlo. El lenguaje es nuestra herramienta de trabajo, ¿qué menos que revisarlo?
- ĀæUtilizas el masculino para referirte a un equipo o grupo formado en su mayorĆa por mujeres?
- ĀæTe refieres a usuarios para hablar de las personas atendidas en tu recurso? ĀæCómo lo nombras en las diferentes carpetas y documentos (documentos de acogida, evaluaciones, datos de identificaciónā¦)?
- ĀæHaces uso del masculino genĆ©rico para referirte a las categorĆas profesionales (psicólogo, trabajador social, educadores sociales) cuando la plantilla estĆ”, en su mayorĆa, feminizada?
- ĀæUsas las palabras amigos, padres y hermanos para referirte a la red social y familiar?
- ¿Te has fijado en cómo estÔn redactados los cuestionarios?
Si lanzamos todas estas preguntas es porque reivindicamos utilizar de forma crĆtica el lenguaje, no con la pretensión de crear un nuevo lenguaje dominante, sino de revisarlo constantemente para que este pueda incluir todas las diversidades posibles.
āLa cultura no hace a la gente. La gente hace la cultura. Si es verdad que no forma parte de nuestra cultura el hecho de que las mujeres sean seres humanos de pleno derecho, entonces podemos y debemos cambiar nuestra culturaĀ». Chimamanda Ngozi Adichie
Grupo de Trabajo de Género y Salud Mental de Fundación Manantial (generoysaludmental@fundacionmanantial.org)
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