Reflexiones: el blog de Fundación Manantial, Sin categorizar, Sin categorizar
“Mis constantes recelos hacia la psiquiatría vulneraban más mi estabilidad mental”
Puede ser que la falta de conciencia sobre los síntomas y tratamientos de una enfermedad mental dispare la imaginación de la gente al intentar suavizar un trastorno crónico propio o de algún allegado. La ignorancia, junto con un mal abordaje, pueden ser peor que la misma enfermedad. Esto es, en algunos casos, un desafío sin fin que nos hace a veces barajar intentos de salir de un estado mental deteriorado y tirar la toalla frustrando a más de uno. Sin embargo, si la persona y aquellos seres queridos y amigos aceptan desde el principio que lo que se necesita es una asistencia y seguimiento de profesionales de salud mental, que den con un tratamiento adecuado junto con la persona, omitiendo a priori las posibles etiquetas diagnósticas, la recuperación y el curso del problema serán de mejor pronóstico, pudiendo incluso remitir síntomas crónicos a tiempo, con pocas o ningunas interferencias cognitivas que afecten su día a día. En pocas palabras, llevar una vida “normal” o, como prefiero decir, una vida satisfactoria.
Era algo que de saberlo antes y de no haber sido tan terco o poco humilde en aceptar lo que me estaba ocurriendo, me hubiera evitado muchísimos malestares, ingresos, aumento de medicación, etc. y probablemente tuviera una mayor estabilidad en todos los aspectos de mi vida, pero estaba tan enfrascado en el diagnóstico… me comparaba con otros y solo me fiaba en la búsqueda de respuestas dentro de mi cabeza, ignorando también que podía fiarme de los y las profesionales, de los equipos de apoyo, y que al reconocer mis dificultades, podía encontrar una solución favorable. Tan solo tenía que sincerarme y decir lo que me pasaba para que tanto yo como las personas que estaban para ayudarme, nos volcáramos en encontrar soluciones a mis dolencias.
Tantas eran las veces que quise saltar de este barco de la salud mental, desentenderme y hacer mi vida aparte, creyendo en mis delirios que así estaría mejor. Sutilmente amagaba con hacerlo y me encontré con un montón de pretextos de tipo paranoicos, como por ejemplo palabras como “efecto luz de gas”, “sentimientos alineados exacerbados”, “manipulación o sugestión de la mente”, “conspiración”, etc., y aunque estos términos son reales y existen, no era mi caso. Fue así que comencé a buscar apoyos de grupos de la antipsiquiatría porque creía que era un experimento al estilo MK-Ultra de la CIA, en mis ideas delirantes persecutorias esto era lo que me creía.
Si bien la antipsiquiatría puede parecer en ocasiones una corriente irresponsable que no ofrece soluciones estables, supone una manera de poner en tela de juicio las carencias de un sistema biologicista y en ocasiones coercitivo hacia las personas con sufrimiento psíquico. También ha contribuido a cuidar más los medios terapéuticos y mejorar los derechos humanos de muchos pacientes ante los llamados abusos de la psiquiatría.
Es de agradecer que un gran número de grupos de apoyo mutuo han surgido de ella y en consecuencia se ha rescatado el valor de los recursos de enfoque holístico tan necesarios. No obstante, satanizar la medicación no siempre es la salida ni tampoco es responsable cuando no se ofrece una solución alternativa al problema.
A pesar de todo, no siento que haya perdido mi tiempo ni mi salud en vano, por eso me veo en la necesidad de transmitir conciencia sobre salud mental y recuperación y las estrategias que suelen funcionarme en algunos casos.
El deber moral que en japonés se dice “giri” y es un código de honor personal, de obligaciones básicas que moviliza a las personas a salir de su zona de confort me ayuda a no procrastinar ni a aferrarme a estar desocupado, buscando ser útil para mí mismo y para los demás equitativamente.
El coraje es una actitud que viene del sentido de valía y consiste también en aprender a privarse de cosas o a darse pequeñas recompensas. El coraje está en medio entre ser cobarde y ser demasiado temerario, quien tenga coraje también sabe canalizar el miedo, los impulsos, la ira y demás emociones.
Y, por último, la adaptación de enfoque, que es un proceso mediante el cual una persona ajusta su forma de abordar una situación o problema para lograr un mejor resultado o satisfacer las demandas cambiantes del entorno. En otras palabras, implica cambiar o modificar la manera en que uno enfrenta una situación para adaptarse de manera más efectiva a las circunstancias presentes.
Es de esta manera como intento estar preparado para los momentos en que estoy más descolocado, tratando de minimizar las equivocaciones o torpezas y aceptarlas como parte de la vida sin tantos lamentos.
Por Elías Romano
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