Reflexiones: el blog de Fundación Manantial
El caso de Harut: Una sábana y un sofá
El Equipo de Apoyo Social Comunitario de Torrejón (EASC) se puso en funcionamiento en diciembre de 2007, está integrado dentro de la red de recursos públicos de atención social a personas con enfermedad mental grave y duradera de la Consejería de Familia, Juventud y Asuntos Sociales, y está gestionado por Manantial Gestión. Trabajamos de forma coordinada y complementaria con los programas de continuidad de cuidados de los Servicios de Salud Mental de Torrejón de Ardoz.
El EASC es un dispositivo que permite tener un apoyo social para fomentar relaciones significativas con otras personas y con la comunidad.
Con este escrito queremos reflejar parte de nuestro trabajo, el cual se desarrolla en el domicilio de las personas que atendemos y en su propio entorno comunitario, analizando con detenimiento el vínculo que se establece dentro de la atención en el EASC, teniendo en cuenta que tiene unas características particulares que no se dan en las atenciones llevadas a cabo en otros entornos institucionalizados.
Tras un largo recorrido son muchas las personas que hemos conocido y las experiencias vividas dentro del equipo, por lo que queremos compartir algunas de ellas que ejemplifican aspectos relevantes del trabajo propio del EASC.
El personal del EASC, por lo general, tendrá que dedicar gran número de atenciones a establecer el vínculo con la persona hasta que ésta pueda sentirlo como un lugar seguro en el que poder compartir sus vivencias actuales y pasadas; un espacio del que poder apropiarse y comenzar a pensar en los cambios que quiere llevar a cabo.
El caso de Harut: Una sábana y un sofá
Julio de 2013, derivan al equipo a un varón de 23 años con el objetivo principal de que las profesionales del equipo valoremos el caso. El psiquiatra refiere de manera textual “necesitamos saber qué está pasando en esa casa”, porque ante varias propuestas de intervención, los padres se mostraban reticentes por falta de confianza en los profesionales de salud mental.
Primer día que acudimos al domicilio, la incertidumbre nos acecha, la curiosidad y las dudas también forman parte de nuestro imaginario: ¿cómo sería Harut?, ¿cómo serían estos padres?, ¿qué nos encontraríamos en la casa? ¿cómo nos recibirían? Muchas eran las preguntas sin respuesta que nos asaltan, pero entre tanto batiburrillo teníamos un objetivo claro, al menos conseguir una segunda cita.
Llamamos al telefonillo y tras quince minutos de espera, baja el padre y nos pide disculpas por la demora. Refiere que Harut no accede a que entremos en el domicilio y tampoco quiere salir a conocernos. El cansancio se refleja en su cara, muestra angustia por haber dejado a Harut sólo en casa, por lo que nos concede unos minutos en los que al menos conseguimos encuadrar una siguiente cita para la próxima semana. El padre no tiene ninguna esperanza de que su hijo cambie de parecer, desesperanzado y con gesto de resignación accede a la propuesta planteada.
Una tras otra, se van sucediendo las semanas en las que nos acercamos al domicilio con el aparente fracaso de no conseguir ver a Harut, pero con la sensación de estar empezando a construir algunos peldaños que nos puedan acercar a él.
Todo un año de constructos, en los que se va generando un vínculo de confianza con los padres que les permite ir poniendo palabras a la difícil situación que viven en casa, con el desconcierto y la angustia de querer buscar una explicación a qué es lo que le está ocurriendo a su hijo y la terrible sensación de que nada de lo que se haga va a poder revertir dicha situación.
Nuestra labor prestar oídos, recoger dicha angustia y principalmente ESTAR.
Durante un año continuamos con estos encuentros principalmente con el padre (la madre trabaja en las mañanas), pero la desesperanza comienza a hacer mella y empiezan las anulaciones de citas, llegando incluso a perder el contacto presencial.
Pasados unos meses, y aprovechando un periodo vacacional de la madre (la cual siempre se ha mostrado más permeable y pragmática para llevar a cabo algunas de las propuestas que hemos ido formulando) conseguimos reanudar la intervención, y establecer un encuentro en el domicilio. En este momento, la madre está dispuesta a abrirnos la puerta a pesar de que Harut se niegue.
Llega el tan ansiado día y, como no podía ser de otra manera, la realidad nos deja perplejas. Creo que nunca olvidaré esa primera imagen en la que vemos a alguien hecho un ovillo en un sofá de una plaza, cubierto casi en su totalidad por una sábana, de la que tan sólo asomaban unos ojillos asustados. Nos presentamos, y tratamos de iniciar conversación, sin recibir respuesta.
Tras casi tres años, habíamos conseguido poner todos los peldaños para poder conocer a Harut, y ahora ¿qué?, ¿cómo acercarnos a él?, ¿cómo conseguir que confiara?, ¿cómo hacer para no derribar los pequeños cimientos construidos?, en definitiva…¿cómo continuar?
De nuevo, la premisa de la calma y como objetivo principal, que tolere nuestra presencia. En esta ocasión, más difícil todavía si cabe, porque ahora ni tan siquiera había oídos que prestar ya que no articulaba palabra.
Le nombramos el encuadre de citas que vamos a establecer y asumimos que la no respuesta es una aceptación.
Sin prisa, sin pausa, estando, y con la única herramienta de nuestro ingenio por bandera iniciamos esta andadura. Son muchas las citas en las que el mutismo es absoluto, pero poco a poco, comienza a descubrirse y a dejarse ver en la literalidad de la expresión, ya que progresivamente, la sábana tras la que se cobija deja de ser el telón en el que resguardarse atreviéndose a mostrar el cuerpo.
Impacta la apariencia que presenta, trayendo a la memoria la imagen de los niños ferales. Un chico joven, demacrado, extremadamente delgado, barba y pelo largo totalmente descuidados, y a nivel postural, encogido y rígido, postrado en un sofá. Pasan casi tres meses, hasta que Harut conecta con nosotras y comienza a hablar.
Las primeras sesiones en las que se producen conversaciones tienen un contenido aparentemente trivial, vamos acercándole el mundo de manera gradual mediante revistas, periódicos y libros a través de los cuales se desprenden temas de los que hablar, de esta forma vamos descubriendo quién es.
De manera progresiva, se hace posible aumentar la frecuencia de las citas, y paralelamente los padres acceden a tener un espacio de encuentro familiar en el que poder trabajar sobre diversos aspectos, entre ellos la posibilidad de un ingreso.
Durante muchos meses, nos movemos en un vaivén de pequeños avances y retrocesos, hasta que finalmente los padres acceden a un ingreso involuntario del cual pasa directamente a UHTR (Unidad Hospitalaria de Tratamiento y Rehabilitación), ¡todo un logro!
El paso por dicha Unidad no fue sencillo, pero sin duda fue clave para poder introducir nuevas líneas de intervención y descartar un origen orgánico de la patología.
Gracias al sólido vínculo que ya estaba establecido tanto con Harut como con sus padres, fue posible que mantuvieran la estancia en la Unidad y asumieron las pautas que desde la misma se iban poniendo en marcha.
Durante toda su estancia en UHTR nuestras citas se siguieron manteniendo con una frecuencia regular. Fue allí, donde por primera vez conseguimos salir a la calle con Harut, y como un hito importantísimo, fue posible ir con él al Jardín Botánico de Madrid.
Tras casi dos años, Harut regresa a casa manteniéndose en el EASC y habiendo sido derivado al CDSS (Centro de Día de Soporte Social).
A día de hoy, Harut continua en el recurso, nuestras citas ya son siempre fuera del domicilio, hablamos y reímos con él, pues tiene un sentido del humor increíble. Después de nuestras citas, suele quedarse solo, un rato más en la cafetería, y regresa a casa sin acompañamiento de los padres. Participa de manera irregular, pero a petición de él, en uno de los grupos que tenemos en el equipo y muestra interés por relacionarse con los compañeros. ¡Tiene un perfil en Facebook!
Es mucho el camino que queda por recorrer, pero ahora, hay un camino y Harut tiene deseo por recorrer al menos parte del mismo. Nosotras por el momento, seguiremos acompañándolo en su caminar.
Conoce más casos de intervención en el siguiente documento: Relato del caso
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